sábado, 17 de marzo de 2007

Alerta Amarilla (Artículo de periódico)



ALERTA AMARILLA

Margarita Robleda Moguel

En estos rumbos del sureste, donde ahora se encuentra mi charca, abundan los ciclones y la gente ha aprendido a vivir con ellos. Sabe que alerta amarilla es una señal muy importante para salir a comprar velas y baterías, latas de atún y sardinas, galletas y huevos, porque como dice mi hermana Mary Carmen, tal vez no los comas, pero después del huracán, las gallinas tienen catarro o susto y dejan de poner. Es tiempo de proteger las ventanas, de proveerse de agua para beber y para aguantar; los más inteligentes, ubican el juego de la lotería, el dominó y el cancionero, saben que habrá familia en casa para disfrutar sin presencia de ese objeto que hace tan mal tercio, cuarterto o bola: la televisión.
En una presentación en Pich, una ciudad pequeña de Campeche, los padres de familia, respondían ante mi pregunta de qué hacer en alerta amarilla, que ubicaban sus tesoros: sus papeles importantes, a su familia; protegían a sus animales y a sus plantas. Entendí lo que desde niña escuchaba en los pueblos: “levanto” esto o aquello. En ese entonces, yo asociaba el “levantar” con guardar. Ahora entendí el significado real. Se levantan las cosas valiosas para que nos se las lleve el agua, para que nos se las coma el perro, para que no se pierdan.
Si, la alerta amarilla nos prepara para la alerta roja, para que no nos tome de sorpresa y nos atropelle, para salir lo menos raspado posible. Y es que fue precisamente en la ciudad de Campeche, donde por parte del DIF estatal y la Secretaría de Educación, Cultura y Deporte, que fui invitada a darle unas platicas a maestros y padres sobre la familia. Pensando en cómo llamar la atención de la comunidad sobre la problemática que estamos viviendo; me ubique en la zona y en lo que ellos entienden por tomar precauciones. Si, estamos en alerta amarilla; no solamente en Campeche, sino también en Yucatán, en Sinaloa, en Laredo, en el Distrito Federal y los pueblos pequeños. Hace unos años, al leer el periódico en Mérida, de pronto se topaba uno con noticias “rojas” de cómo que dos señores se habían dado de trompadas. Hoy las noticias de violencia y pandillas no reconocen límites de territorios. ¿Estamos en alerta amarilla? ¿Ya estamos en la roja? En los talleres de padres les decía que no podíamos esperar la alerta roja: cuando nos llamaran para ir a buscar a nuestros hijos que chocaron el carro borrachos, a los que detuvieron por vender droga o se colgaron en un árbol por la tristeza y el aburrimiento que los atropelló.
Me contaron de un chofer que laboraba en el pedregal y que el jueves tenía que acompañar a los hijos. Lo de menos era la desvelada afuera del “antro”, lo duro era que le pedían que los llevara a Tepito a comprar droga. Cuando se lo dijo a los papás, estos, en lugar de escandalizarse, únicamente le recomendaron que tuviera mucho cuidado. ¿Será verdad? ¿Será mentira? ¡En estos tiempos se ve cada cosa! Hasta salen en las noticias autoridades planeando con sus compinches, en un lenguaje rico en altisonantes más que en vocabulario, sus fechorías; presidentes de partidos políticos poniendo precio a sus “habilidades” y continuan impunemente en el puesto; candidatos que en lugar de proponer usan la mercadotecnia para destrozarse; periodistas que tienen que huir después de denunciar, porque saben la pobreza de palabras del contrincante acostumbrado a comunicarse a balazos.
Un mes después de aquellos talleres a padres, me llevaron a hablarle a los jóvenes. ¡Mi vida! Todos esos pelos parados y cara de feroces, son pura “finta”. Están verdaderamente asustados. ¿Qué mundo les espera? No hemos sabido mandarles un mensaje alentador, para ellos el mundo es una porquería y no tiene caso ni estudiar, ni sembrar una semilla, ni nada de nada.
En abril nació esta rana que esta decidida a ser feliz. Los jóvenes tienen derecho a una rebanada de esperanza. Les invito hablar de las cosas buenas que también suceden. Les invito reconocer que estamos en alerta amarilla, que hay que proteger nuestros tesoros y estos los veo en los niños y en los jóvenes, en los mayores y en los que menos tienen. En alerta amarilla se comparte lo que se tiene, porque sabemos que si llega la alerta roja… lo acumulado no tendrá la menor importancia.
¡Hasta la próxima! www.margaritarobleda.com

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