sábado, 17 de marzo de 2007

Homenaje a Carmelina Ortiz Monasterio de Molina

LA CREACION, SIGUE CREANDO

A Carmelina Ortiz Monasterio de Molina
En sus primeros 69 años.

Dios estaba un poco preocupado, la creación no le estaba saliendo según sus planes o quizá dentro de ellos, estaba que no le salieran las cosas tan perfectas a la primera e incluso tal vez, le daba un poco de curiosidad la posibilidad de sorprenderse a sí mismo.
Eva por ambiciosa, se había dejando envolver por el enemigo; Adán, que salió medio ingenuo (hay que decirlo de alguna manera), terminó atragantándose con una manzana y lo que es peor, resultó coyón, porque le echó la culpa a su mujer cuando él ya tenía le edad suficiente para asumir la responsabilidad de sus actos.
Caín creció rufián, atrabancado, egoísta y abusivo y se llevó “entre las patas” o mejor dicho “a quijada limpia” al pobre de Abel, resultando el primer candidato a cliente de Almoloya, de haber habido alguien que le abriera la puerta.
En fin, que de ahí en adelante la historia se fue dando tumbos, tantos, que Dios harto de tanto desorden, abrió la llave de los cielos y deseó que esa creación tan mal hecha se la llevará el diluvio: ¡borrón y cuenta nueva! -se dijo, pero como al fin y al cabo era Padre y en un momento dado sintió, lo que en estas épocas se tomaría como debilidad, pero se llama misericordia, concluyó: “No he de hacerlo, la esperanza solo se construye esperando, la fe, creyendo”. Y fue así como nos regaló una nueva oportunidad.
Los años pasaron y la historia de la humanidad se fue escribiendo, claro que, gracias a que los historiadores eran hombres, solo nos dejaron chismes de sus cuates: “Que si Miguel Ángel esto, que Sócrates dijo, que Newton afirmó...” ¿Y las mujeres? Ahí de vez en cuando las sacaban a relucir, que si eran unas locas y coquetas o manipuladoras malvadas como la Cleopatra, la Borgia o Catalina de Médicis; y claro, si alguna resultaba valiente y se rebelaba, ¡plafff! a la hoguera como aquella Juana de Arco que a final de cuentas salvó a Francia.
Al hacer una balance de su creación, El Señor descubrió que su mamá era lo más bonito que había inventado. ¡Ah, qué mujer más maravillosa! Prudente, sabia, cariñosa, inteligente, valiente, generosa. Se dio cuenta de que eran los hombres los que organizaban las guerras y las mujeres las que se volvían enfermeras para curar las consecuencias. Así que con el paso de los siglos decidió que necesitaba promover más a la especie llamada: “mamás”, para bien de la humanidad. Claro que los hombres tenían lo suyo, y no era hora de discriminarlos, pero quizá, la mezcla debía de ser un poco más integrada y que los valores se repartieran con mayor equidad. Los hombres podrían manifestar más su dulzura, y las mujeres presentarse, además de bonitas, valientes, eficaces y exitosas. ¿Cuál sería la receta perfecta? ¿Cómo integrar la mejor combinación?
Así pues, el Señor, se puso a pensar en sus personajes favoritos de la historia y eligió las virtudes que más le gustaban de ellos para inventarse seres fuera de serie. ¿Cómo serían?, ¿cómo será mi criatura ideal? -se preguntaba muerto de curiosidad.
· Tendría la paciencia de su amigo Job, quién pasó todas las pruebas a pesar de habérselas puesto bastante difíciles.
· De Abraham su optimismo, ya que a los 100 años soñaba con tener descendencia de Sara, una chamaca que apenas frisaba los 70; su terquedad hasta conseguirlo; y su generosidad para, más tarde, entregarle a su Señor el fruto de tantos años de espera.
· La disposición de San José en creer en la obra del Espíritu Santo.
· La capacidad de Moisés para abrir el mar con un báculo o lo que es lo mismo, abrir el corazón de piedra de un rico para completar la quincena de la nómina.
· La confianza de la mamá de Moisés, al poner a su hijo en las manos de Dios en una cesta de bambú en el río Nilo.
· La fuerza de la palabra de San Juan Bautista para convencer. La fe de saber que aunque parezca que se está predicando en el desierto... el amor siempre florece.
· El corazón del padre del hijo pródigo, que siempre nos acoge aunque seamos de lo peor.
· La comprensión de la esencia humana de su madre, ya que seguramente los puritanos le habrían reclamado que su primer milagro hubiera sido transformar agua en vino, pero Él tenía muy claro que un santo triste, resulta un triste santo, y que el ser humano debe saber disfrutar de los frutos de la tierra que Él con tanto amor creó.
Para su complacencia, la lista parecía alargarse; verdaderamente Dios estaba muy divertido. Con todos estos ingredientes, la receta ya estaba casi lista. Ahora tendría que comenzar con crear una ambiente adecuado para que naciera ese ser tan especial que estaba soñando; así que en los inicios del siglo XX, en la ciudad de México, propició que la señorita Garay, una gentil damita, generosa y bella, conociera a un joven soñador y noble de apellido Ortiz Monasterio; que se enamoraran y decidieran formar una hermosa familia donde una niña llamada Carmelina, fue ejerciendo sus talentos y limando sus imperfecciones entre un montón de hermanos con los que vivió de todo: de dulce, de sorpresa y de sal. Llegado el momento de “merecer”, un apuesto e inteligente yucateco le hizo cosquillas en el corazón, decidieron jugársela y entablaron alianzas de complicidad para inventar juntos la vida. Fueron llegando Fernando, Carmen, María, Magda, Marta, Juan Pablo... aparentemente, ese era el patrón a seguir. Además de los hijos y el marido, Carmelina, guiada con el ejemplo de su mamá, ejercía alguna obra pía; por decir algo, cumplía los requisitos que se esperaba de una señora “decente y bien” de la Colonia Guadalupe In. Pero no, Dios estaba decidido a iniciar el milenio mostrándole a la humanidad, que habían en este mundo otras cosas, además de morirse de miedo por el “qué dirán” y acumular rolex por kilos, así que con la llegada de Beaty con parálisis cerebral, llegó también la inquietud y preocupación por otros niños y papás en circunstancias similares sin las posibilidades con las que contaban los Molina Ortiz Monasterio. Así pues, Carmelina comprendió el mensaje: su corazón era mucho, mucho más grande que el limitado horizonte que a veces nos ponemos para “hacer el bien”, y revestida por el amor a su Beaty, aceptó el reto de capitanear desde hace muchos años APAC, (Asociación Pro Personas con Parálisis cerebral) donde nos acoge a todos los que, reconozcámoslo o no, tenemos diferentes discapacidades; algunos para ejercitar los músculos de las piernas, otros para hacerlo con los de la cartera o del alma: todos para crecer en plenitud.
A fines de siglo e inicio del tercer milenio, el Señor sonrió. A pesar de todo el espíritu de miedo e incertidumbre con que los medios de comunicación quieren controlar a la gente en una telaraña de desconfianza mutua, un “compra lo que sea, pero compra” y un “sálvense quién pueda”, las cosas van mejorando. En Calcuta, el aterrizaje de uno de sus sueños favoritos le había salido muy bien: su vida estaba siendo modelo para muchos. De Polonia había surgido un mensajero de la Buena Nueva que recorría el mundo llenando a las personas de consuelo y paz; y en México, tenía a una Carmelina Ortiz Monasterio de Molina, que con su entrega y optimismo a toda prueba, le recordaba aquella vez que se dijo a sí mismo: “No he de arrasar con un diluvio al mundo ante tanto desbarajuste, me consuela ver que por lo menos en APAC, la esperanza, la generosidad y la fe no son palabras bonitas para homilía de un domingo en misa: ¡están vivas!”
Y así fue como el séptimo día el Señor después de decir:
“esto apenas es el comienzo”... por un rato, ¡descansó!

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