lunes, 4 de febrero de 2008

El paraguas

Diario de Yucatán
MÉRIDA - Opinión. 19/09/2007

De fantasmas a seres humanos
El paraguas
Por Margarita Robleda Moguel
Generalmente los paraguas sirven para “guardarnos” del sol, para proteger de la lluvia, para perderse o empuñar como espada en caso de casos. En días pasados, conocí uno diferente. Se llama la biblioteca.El descubrimiento aconteció durante la II Feria del Libro de la Biblioteca de Dallas, Texas, a la que fuimos invitados escritores de varios países. De México: el maestro Ignacio Solares, Mónica Lavín y la de la voz.El tour de los siete pisos fue muy impresionante. En él pude ver, con algo de envidia, cómo cuidan con amoroso respeto algunos de los primeros manuscritos y objetos ligados con los creadores.Recorriendo los pisos, de asombro en asombro reparé en la gran cantidad de homeless que circulaban por el edificio. Caminan como sombras, muy derechitas, de puntitas, en su disfraz de incógnito.Miran al techo o al piso y responden en tono de susurro el saludo en los elevadores; hacen todo lo posible para pasar desapercibidos, ignoran a los que fruncen la nariz o manifiestan entre dientes su rechazo. En español se les llama, entre otros nombres: indigentes o teporochos. Fue la palabra homeless, los sin hogar, la que me quito el tapete y reposicionó el papel de la biblioteca dentro de la comunidad.Estos hombres y mujeres sin hogar, sin techo ni papelitos considerados imprescindibles por nuestra sociedad tienen una credencial de la biblioteca que les permite dejar de ser un número de fantasma anónimo que pulula y muere en las esquinas de nuestras ciudades; los conecta al mundo, con la vida, con los demás y, muy particularmente, con ellos mismos: ¡Recuperan su ser persona! Son los primeros en llegar y los últimos en marcharse.Al abrir la biblioteca corren a la computadora que les permitirá comunicarse a través del Internet con el mundo; leen periódicos, libros de ciencia o aventuras, se reconocen en el espejo del baño, buscan trabajo, viajan en los mapamundis, sobreviven el calor: se reencuentran.“Sí, la biblioteca es el gran paraguas que nos arropa, nos reúne. Afuera esta la lluvia, el Sol..., elementos que agreden, separan y disminuyen”, comenté durante el desayuno que ofreció la República de China a los participantes de la feria. “¡Los seres humanos nos parecemos tanto! ¿Qué queremos? Amar y ser amados, ser apreciados: ¡participar! Los llamados indigentes cargan a cuestas historias terroríficas; en sus cicatrices se pueden leer el maltrato y la injusticia, la desesperanza les carcomió el alma. Nosotros, los trabajadores de la cultura, luchamos muchas veces en condiciones adversas por construir un mundo más justo, interesante y hermoso por lo que terminamos siendo colegas de los anteriores.“Nosotros también somos señalados como distintos, extranjeros; en camino, medio norteados, en conflicto y crisis: en proceso. ¿Peligrosos? Sobrevivientes, ambos, en busca de un techo, de un piso generoso que nos permita florecer. ¡Bravo señores y señoras, por su capacidad de entender los tiempos! Por su conciencia de la biblioteca, no es una bodega de archivo muerto y papeles clasificados, sino la custodia de la memoria de la humanidad, la conexión con el mundo exterior y el universo interno; un espejo donde reconocernos, el sitio donde encontrarnos, la fuente para beber raíces, el telar para bordar alas: el amoroso paraguas que nos cobija a todos”.—
Santa Gertrudis Copó, Yucatán.
margarita_robleda@yahoo.com

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